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domingo, 18 de mayo de 2014

El Señor Box

El pequeño Box, ya no tan pequeño, volvía a casa tras haber comprado un portarretratos como regalo para el octogésimo segundo aniversario de su padre. Pensaba colocarle una fotografía familiar en su interior y emplazarlo encima de la mesa pequeña que había en el salón, bastante cargada de fotos ya, sí,  pero ninguna en la que apareciese toda la familia.
Al llegar a casa, el pequeño Box encontró un hombre indeciso plantado ante la puerta, expectante, ansioso. Sostenía un sobre amarillento con su mano derecha. Su mirada deambulaba de un lugar en otro sin prestar atención alguna a su alrededor. Sólo sus ojos se detuvieron cuando cruzó miradas con el pequeño Box, y fue entonces cuando los párpados se abrieron dando paso a una dilatación pupilar obra de la sorpresa. Sus labios se separaron uno del otro dejando como mediador los dientes y después, las palabras:
-          ¿Es usted el señor Box? – Preguntó el desconocido.
-          Sí, bueno… el señor Box es mi padre…
El hombre levantó su mano derecha, donde sostenía el desgastado sobre, bajó la mirada y comenzó a hablar:
-          Verá… mi padre fue prisionero en el campo de concentración de Albatera tras la Guerra Civil, los habitantes de la ciudad, campesinos en su mayoría, eran conocedores de lo que ocurría en el campo de concentración y, pese a que no fuesen ricos ni les sobrase comida, lanzaban todos los días unos cuantos dátiles recién recogidos a través de la valla para ayudar a escondidas a los prisioneros.
De vez en cuando, las voces de los campesinos traspasaban los metros que los distanciaban de los encerrados y éstos podían escucharlos hablar.
Mi padre fue uno de los prisioneros de Albatera, y de entre todos los apellidos que escuchaba, no le fue difícil memorizar uno tan peculiar. Box.
Su padre ayudó al mío en tiempos difíciles. Hace una semana mi padre falleció y tenía escrita esta carta desde hace mucho tiempo, esperando que su padre la leyera alguna vez en su vida…
Le agradecería mucho que contemplase la posibilidad de hacérsela llegar.



El pequeño Box, algo sorprendido por la historia, invitó a aquél hombre a entrar para que pudiera entregarle el desgastado sobre en mano a su padre él mismo. El hombre no se presentó ante el señor Box, que descansaba en su sillón. Sólo extendió la mano con el sobre diciéndole: - Este sobre es para usted.
El señor Box, comenzó a leer, con dificultad, terminó la lectura y los párpados iban cerrándosele cada vez más a menudo, y a cada parpadeo una lágrima transparente descendía con alivio llegando hasta la barbilla y desprendiéndose de ésta como quien se despide de una pesadilla.



“Gracias Señor Box, sin su ayuda hubiera sido imposible sobrevivir”. F.D.O. Francisco Hernández, prisionero de Albatera.

[Historia basada en hechos reales]

jueves, 27 de marzo de 2014

La bruja de las zapatillas de estar por casa

Existió una niña capaz de mover objetos con la mente, vivía en una zapatería familiar, junto con sus padres. Solía jugar moviendo las zapatillas de forma que pareciese que andasen solas, o que bailasen, o que escalasen la pared.

Un día un señor mayor de bigote entró a la zapatería de noche, raptó a la niña y se la llevó a un palacio.

-          ¡Serás mi sirvienta, con tus poderes me obedecerás y traerás todo lo que te diga! – Dijo el señor de bigote.

La niña, presa del pánico movió los zapatos del hombre haciéndole retroceder de nuevo a la tienda, donde ella le atizó con una bota y él cayó redondo al suelo.

Este hecho hizo plantearse a los padres de la niña que quizás más gente iría a raptarla para lucrarse de sus poderes, y desde ese día mantuvieron a la niña encerrada.

Todo el mundo se olvidó de su existencia y ella, cada vez se volvió más gris.

Cuando se hizo mayor, su corazón ya era negro como el carbón y en un arrebato de ira mató a sus dos padres haciéndoles pagar por su aislamiento. Ella se marchó lejos y nada más se supo sobre su existencia.  Pero cuentan las leyendas que con sus poderes nos mueve las zapatillas de estar por casa mientras dormimos y por eso a veces las encontramos donde no las dejamos.

domingo, 17 de noviembre de 2013

Leyendas y rumores

Hace muchos años, en una colina llamada Russ, existió una aldea: Toyoko. Habitada por chamanes de todas partes del mundo se convirtió en un paraíso para la magia. Cuentan las leyendas que sólo ellos conocían la ubicación de la colina y eran los únicos que podían acceder a la aldea. Muchas personas intentaron buscar Toyoko sin éxito. Los aventureros que partían en su búsqueda decían haberse desviado sin darse cuenta, como si al llegar a la supuesta ubicación de la colina alguna fuerza les desviase hacia otro camino.

Un día, la aldea dejó de existir, todos los rumores y leyendas que existían se evaporaron. Los años fueron pasando y sólo el olvido fue testigo de la existencia de Russ.

Hasta que un día, 3000 años después del olvido, centenares de chamanes aparecieron en todas partes del mundo. Todos sin pelo en la cabeza y vestidos con una toga azul celeste inundaron la Tierra, cada día aparecían más y más en las calles de forma misteriosa. No hablaban, no consumían en las tiendas, no entraban a los edificios, no comían ni bebían, simplemente andaban como transeúntes con la mirada perdida. Nadie se comunicaba con ellos, nadie les molestaba, nadie hacía más que cuestionarse la situación.
Y tal como vinieron, desaparecieron.


Los rumores y leyendas se avivaron de nuevo, la gente contaba historias para encajar lo sucedido. Y con el paso del tiempo… el olvido.

lunes, 4 de noviembre de 2013

Deliciosa sustancia blanca

Sin duda me atreví a probarlo, esa estúpida sustancia blanca que te deja como en ascuas, deseoso de más y más.

El caso es que tenía sueño, de hecho me estaba muriendo de sueño, y se me habían quitado las ganas de ir al centro de la ciudad. Pero era mi deber, unos amigos me estaban esperando y pensé que si me la tomaba podría aguantar más tiempo despierto. Al fin y al cabo en pocas ocasiones he estado tan “zombie” como en aquella. Miraba la televisión y mi cabeza se desprendía de mi cuello empujada por la gravedad; Leía y sucedía absolutamente lo mismo de nuevo. Incluso andaba por el pasillo y mi cuerpo obedecía a duras penas mis órdenes.

Decidí entonces hacer uso de la blanquecina sustancia que, para ser sincero, no era la primera vez que probaba, pero nunca me había gustado tanto como en aquel día. El blanco convirtió el sueño en lucidez, el negro de la noche se convirtió en miles de tonalidades oscuras, el sueño pasó a ser historia y pude entonces coger el coche.

En el fondo, agente, yo sabía que tendría un accidente. Suponía que me encontraba despierto sólo en mi mente, porque mi cuerpo no respondía tal cual lo deseaba. Y sólo 2 horas de sueño en dos días no son suficientes.

Pero mis amigos me necesitaban, yo soy el único de ellos que tiene coche, yo soy el único que podía ayudarles… y ahora mira en qué lío ando metido…

¿El coche?, sí, era mío, me lo regaló mi tío cuando le tocó el gordo de navidad, no era gran cosa pero siempre he sido una persona impulsiva y el coche me hacía bien. Ahora está irreconocible… aún pienso que me salvé de milagro de aquel accidente.

La culpa fue mía agente, la culpa fue por la maldita sustancia blanca, pensaba que eso me despejaría la mente, que podría vencer la lucidez, pero al igual que viendo la televisión o leyendo, mi cuerpo se rindió ante la gravedad, caí dormidito como un ángel mientras conducía… mi pie se hundió por completo en el acelerador, recuerdo entre-sueños escuchar el coche con las revoluciones disparadas, también chirriaron las bandas sonoras que indicaban que me estaba saliendo. Aun así, escuchando todo lo que me estaba pasando, mi cuerpo perecía rendido al limbo. Hasta que abrí los ojos y pude ver cómo el coche estaba completamente suspendido en el aire, abalanzándose hacia el suelo de aquél cañón.

Cuando el coche tocó el suelo, pude notar cómo el cinturón me sostenía y me salvaba de una muerte segura, y aún no puedo creer que esté aquí vivo hablando con usted, agente.


¿Cómo? ¿Quiere que le hable de la sustancia blanca? Aquel fue el mejor vaso de leche de la historia, jamás me arrepentiré de haberlo tomado.

lunes, 8 de abril de 2013

Cerebro asesinado


-          Un nuevo día duro en el trabajo, Ávitax? - Preguntó Ademala, pese a conocer la respuesta.
-          Se trata de un asesino en serie, éste es su tercer asesinato en dos semanas.
-          He oído sobre el caso, se está corriendo la voz y temo que pueda llegar a oídos de neuronas civiles, y que cunda el pánico. ¿Dónde ha sido esta vez?
-          En el lóbulo temporal.
-          ¿Algún sospechoso?
-          No, esto no pasaba desde la adolescencia, con el ya preso Cannabis.
Ademala comprendió que sobraba en el despacho, había ayudado a Ávitax en numerosos casos: Virus, infecciones, etc. Pero hace tres años la ascendieron y le asignaron la zona del hígado a ella sola. Era excepcional en su trabajo.
Sin perder más tiempo, Ademala cruzó la puerta del despacho, la cerró con lentitud y atravesó el pasillo hasta su despacho personal.
Ávitax, ensimismado en sus pensamientos, se encendió un cigarro y apartó la vista de las fotografías del incidente. Estaba en blanco. No sabía por dónde comenzar. A lo largo de su carrera profesional se había enfrentado a innumerables obstáculos, era el mejor detective de todo el cuerpo, pero ya cansado y afectado por el tiempo y el estrés, parecía ser tan sólo la sombra de lo que antaño fue.
Apretó la colilla contra el cenicero mientras aguantaba el humo de la última calada en sus pulmones, se inclinó hacia detrás y lo dejó salir lentamente. Se levantó, guardó las fotos en una carpeta que cargó en su brazo derecho y se marchó.

-          ¿Cómo va el caso del asesinato en serie? - Preguntó Ademala dos días más tarde.
-          Ha caído otra neurona, esta vez en el lóbulo frontal.
-          Veo que no muy bien. Déjame ver las fotos Ávitax.
-          Éste no es tu caso Ademala, ¡seguro que estás hasta el cuello de trabajo!
Ademala levantó la cabeza, y aseguró con voz firme y convincente: 
– Ambos trabajamos para el bienestar de este cuerpo. Que estén muriendo neuronas nos afecta a los dos.
Ávitax le pasó las fotos a Ademala con un gesto de cansancio, Ademala las recogió y examinó.
-          ¿Te has dado cuenta de esto, Ávitax?
-          ¿Hablas de los ovillos?
-          Sabía que no se te podía haber escapado, se pueden ver ovillos en todos los asesinatos.
-          Ya sabes que la mayoría de asesinos en serie tienen su firma personal, esto es porque se enorgullecen de asesinar, la sangre les alimenta, por eso marcan de alguna forma sus actos en lugar de esconder todas las pruebas, nos desafían, además suelen ser muy selectos a la hora de elegir sus víctimas. En este caso la ha tomado con las neuronas, las “células burguesas”. Desde luego estamos jodidos si se corre la voz en el sistema nervioso…
Ademala, intrigada y, en cierto modo, excitada por el caso le propuso a Ávitax un rápido viaje al cerebro, para investigar las zonas del crimen.
Ávitax estaba respondiendo sus dudas acerca de la proposición cuando inesperadamente sonó el teléfono rojo del despacho.  Ávitax y Ademala se miraron temiendo un nuevo asesinato. Al otro lado del auricular el Jefe de policía les confirmó sus sospechas.
A la mañana siguiente, Ávitax y Ademala estaban en el lóbulo temporal, donde ya se sumaban dos asesinatos, observaron el perímetro y encontraron lo que esperaban, la marca personal del autor: los ovillos.
-          Si se trata sólo de un asesino debe tener disposición genética, en un mismo día dos asesinatos en dos zonas diferentes del cerebro…
-          Puede que se trate de más de un asesino. – Respondió Ademala.
-          Sé que no puedo afirmar nada con las pruebas con las que contamos, pero creo que estamos ante una enfermedad degenerativa. Debemos investigar los historiales genéticos del cuerpo.
Mientras viajaban de regreso a casa, fueron informados de dos asesinatos más, uno de ellos en el tercer ventrículo, se trataba de una neurona actriz, conocida a nivel cerebral. Esto dificultaba las cosas…
Esa misma noche, células de la prensa fueron a casa de Ávitax, como detective a cargo del caso. Le preguntaron si el asesino era más inteligente que él, si el cuerpo corría peligro, si Etanol tenía algo que ver con los asesinatos esta vez, e incluso si había sido infiel a su mujer con Ademala.
Tras no dar respuesta alguna a tantas preguntas, Ávitax dimitió, no soportaba la presión del caso y mucho menos de la prensa. El caso fue derivado a Ademala aunque no estaba en su zona, ya que había estado involucrada y tenía una fuerte relación de amistad con Ávitax. Pero el papeleo les costó una semana y 37 nuevas víctimas.
Ademala pasó meses investigando, las victimas aumentaron a cientos, todas neuronas. Los meses se convirtieron en años, y las víctimas aumentaron a miles. Eran tantos los problemas causados por el asesino que comenzaron a deteriorarse funciones de la memoria del cuerpo, e incluso la motricidad fina empeoró. Ademala, aislada de cualquier otro caso sufría constantes ataques de ansiedad, depresión y sufrió 2 ataques al corazón. El segundo mortal.
Sin Ademala llevando el caso, nadie se ofreció a seguirlo y quedó apartado. El cuerpo se acostumbró a vivir con el asesino, que siguió cobrándose vidas de neuronas inocentes sin cesar.
Hasta que un día, Ávitax, que había estado aislado tanto del cuerpo de detectives como de su familia. Consiguió llevar a cabo un plan que había diseñado durante años: Como renunció a su obligación al dimitir, no podía pedir permiso para acceder al código genético, el edificio mejor vigilado de todo el cuerpo. Incluso negaron a Ademala el acceso encontrándose el cerebro en alerta roja. Así que Ávitax cavó durante años un túnel para acceder a la información genética, donde descubrió que los antepasados del cuerpo habían sufrido la violencia del mismo asesino.
Ávitax apuntó en un papel toda la información, incluido el nombre del asesino, pero un glóbulo blanco le sorprendió por la espalda, le había descubierto y no vaciló en apretar el gatillo de su walther P99 AS calibre 40 atravesando el cerebro de Ávitax.
El glóbulo blanco examinó el código genético, al ver que seguía intacto avisó a las personas responsables de limpiar el cadáver y la sala, se selló el túnel y tiraron el papel de Ávitax a la basura, donde fue reciclado para formar parte envases de comida rápida.
Seis meses después, el cuerpo colapsó, el corazón dejó de latir, los pulmones dejaron de funcionar, el cerebro, ya masacrado, se apagó. En la nota reciclada Ávitax había escrito: Alzheimer. 

lunes, 4 de marzo de 2013

Estereotipos

Pablo nació como la mayoría de niños de una sociedad denominada desarrollada: en un hospital. Como mamá ya sabía que sería chico, le compró un fantástico pijama azul, le pintó la habitación también de azul y le regaló un balón de peluche, su primer juguete.

Pablo creció y paso de ser bebé a niño, y descubrió que le gustaba pintar y dibujar. Mamá estaba encantada por el talento de su hijo y un día le dijo:
- ¡Dibuja un árbol y una montaña!
Pablo pintó mientras mamá limpiaba y papá trabajaba. Al acabar el dibujo después de mucho tiempo repasando todos los detalles con los diferentes colores que había utilizado se lo enseño a papá, quien cansado tras un duro día de trabajo respondió con voz grave:
- ¡Hijo mio, que bonito!, pero los árboles son marrones de tronco, y sus hojas son verdes, ¡y el cielo es azul, no violeta!.
Pablo aprendió dos cosas ese día, su talento no era el dibujo y para que algo sea bonito debe ser fiel a la realidad.

Siguió creciendo y mamá le compraba juguetes con el dinero que a papá tanto tiempo le costaba conseguir. Pablo no entendió nunca por qué su madre puso pegas por lo grande que era una cocina de juguete que le gustaba, pero sin embargo le compró una tabla de herramientas aún más grande. Total, él estaba conforme con sus juguetes. Tenía la habitación llena de coches de todos los tamaños, colores y formas. Le encantaba fantasear con que eran naves y volaban para conseguir más velocidad. Hasta que un día su padre llegó con ojeras marcadas y le dijo con voz grave:
- ¡Hijo mio, qué coche más chulo!, pero los coches no van por el aire, van por la tierra y las carreteras, ¡No pueden volar!.
Pablo aprendió que cada objeto tiene su uso y de ninguna manera puede tener otra función.

El tiempo pasaba y Pablo alcanzó la pubertad, edad en la que todos sus amigos y su familia le decían en ocasiones incluso con recochineo: "¿Y la novia, dónde te la has dejado?", "¿Qué chica te gusta Pablito?", "¿Tienes novia ya?"....
Hasta ahora Pablo no había pensado en la posibilidad de tener una novia, pero la insistencia de su familia y amigos le obligó a replantearse su vida y encontrar una buena chica. Y la encontró. No era perfecta ni mucho menos, ni siquiera se asemejaba al modelo de chica que a él le gustaban, pero era muy buena, una muy buena chica para toda la vida.

Llegó el momento de trabajar, Pablo, siguiendo el ejemplo de papá, encontraría un trabajo bueno para siempre. Y lo encontró. No era el trabajo de su vida, tampoco le disgustaba pero no era lo que él soñaba de pequeño, al fin y al cabo lo importante era conseguir un dinero para llegar a fin de mes y poder costearse algún capricho.

Pablo se hizo mayor, se casó y tuvo hijos casi sin darse cuenta, y, pese a que veía a sus hijos poco porque se pasaba mucho tiempo en el trabajo, cuando llegaba cansado de trabajar sus hijos le enseñaban sus dibujos y él les decía:
- ¡Hijos míos, qué bonitos dibujos!,  pero el sol es de color amarillo, no verde. Y las vacas no tienen esos cuernos, ¡Eso son los toros!.

jueves, 8 de noviembre de 2012

Concurso de mágia


Onan esperaba sentado frente a la gran maquinaria mágica que le llevaría al éxito del concurso de magia bianual de Septiembre que se realizaba en las colinas del Este de la ciudad. Había fabricado durante meses una máquina mágica de clonación automática. Con ella no se necesitarían células para clonar, sólo la intención mágica de hacerlo.

La mayoría de los concursantes eran expertos magos de barba blanca con túnicas de escuela privada y gorros de nivel superior a 80. Por el contrario, Onan era joven, inexperto y jamás había ganado un premio.

La máquina dejó de sonar, una silueta parecía distinguirse entre la neblina formada por el humo expulsado por la máquina. La silueta comenzó a desplazarse en dirección hacia Onan y la neblina iba desapareciendo, así Onan consiguió distinguir que el Clon había sido todo un éxito.

- Probablemente estés confundido... - Explicó Onan - ... y un poco alterado, te lo explicaré todo: Tu nombre es Conan, eres un clon de mí, compartes mi ADN al completo, ni un gen más ni uno menos. Te voy a presentar a un concurso que vamos a ganar, y trabajarás conmigo para ayudarme en mis tareas mágicas del hogar.

Onan, confundido, no respondió. Pero asintió con la cabeza a todo. Al compartir toda la información genética, celular y cerebral, el Clon pensaba que era el propio Onan, con lo que se llevó una decepción al observar que él era el Clon.

Llegó el día del concurso, y Onan y Conan emprendieron el largo camino, hablando sobre nuevas teorías y modelos de la magia.

Al llegar, examinaron en el papel mágico de la entrada cuál era su posición para exponer el experimento y observaron que estaban en segundo lugar. Las listas se hacían al azar mágico, con lo que no suponía nada exponer en el segundo puesto. Los dos se alegraron del puesto que tenían.

Afa, la líder maga del concurso, dio paso a la presentación del mismo, y sin más dilación nombró al primer concursante para que expusiera su descubrimiento mágico. El concursante era un viejo destartalado con sombrero de nivel 2, que presentaba un paraguas invertido mágicamente, con lo que se conseguía despejar el cielo en todo lo que ocupaba el paraguas hacia arriba, pero de paraguas hacia abajo seguía lloviendo.

- Esto está ganado Conan. - Dijo Onan deseando que Afa les abriera paso para exponer.

Cuando Onan y Conan expusieron el trabajo conjuntamente se escucharon alaridos de asombro y estremecimientos de duda,  que acabaron en un estruendoso aplauso mágico final, prueba del éxito que habían tenido.

El siguiente concursante había logrado reunir mágicamente los 9 huevos mágicos de la Gallina Turuleta pero no había conseguido sacarle el décimo.

El concurso siguió adelante con todo tipo de artilugios, descubrimientos, e invenciones. Y, tras 5 largas horas mágicas Afa concluyó cual había sido el experimento ganador:

- Y el ganador de los 78 millones de monedas mágicas ha sido... ¡Onan y su máquina mágica automática de clonación!

Onan se alegró tanto que se puso a llorar pero cuando iba a subir las escaleras se encontró con que Conan también estaba llorando y subiendo las escaleras para recoger el premio.

- ¿Dónde vas tú? - Preguntaron al unísono. - ¡Yo soy Onan! - Exclamaron de nuevo los dos a la vez.

Afa, con sus años de experiencia puso solución al asunto:

La solución más sencilla es que compitáis en un combate mágico a muerte. Teniendo la máquina, con que uno de vosotros sobreviva se podrá crear otro clon exactamente igual.

Lo que en un principio había sido un concurso científico, acabó en un espectáculo sádico que se cobró la muerte del Clon Conan.

- Realizado el combate, el premio de los 78 millones de monedas mágicas irá destinado a Berto, el inventor del paraguas mágico invertido.

Onan, furioso y ansioso por el dictamen de Afa, exclamó exaltado:

- ¡Si he ganado el combate! ¡He destruido el Clon que yo mismo creé, merezco el premio!

Afa, representando a la mágica sabiduría, contestó:

- Ese es el problema Onan, nuestra Ciencia mágica sirve para crear, no para destruir. Para ayudar, no para hacer sufrir. Has dado más importancia al premio que a la vida que has creado y por ello no eres merecedor del premio.

Onan llegó a su casa con 53 céntimos de moneda mágica y sin ningún clon.