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martes, 29 de noviembre de 2011

Una pequeña historia de la memoria

¿Alguna vez has comenzado a dejar de pensar en una persona?, ¿Alguna vez has dejado de pensar en ella hasta conseguir el absoluto olvido en tu memoria?, ¿Has llegado alguna vez a eliminar de tu mente su completa existencia?.
Y, de repente, un día que piensas en otra cosa totalmente diferente, en algo recurrente dentro de tus pensamientos, esa persona vuelve a tu cabeza con total vividez, como si fuese ayer cuando la viste por última vez, recuerdas su voz, recuerdas su cara, su cuerpo, su ropa, su olor, sus gestos. Recuerdas absolutamente todo sobre ella. 
Pasas el día sin darle mucha importancia, sólo los recuerdos influyen en ti sacándote  alguna sonrisa por aquellos momentos que habías olvidado y, esa misma tarde, mientras vas camino de casa a un paso rápido pero prudente, levantas la mirada, prestas atención al ambiente que te envuelve, los árboles, las calles, los pájaros, los coches, las personas... ¡Las personas!¡Ella!, la persona que no recordabas hasta apenas 3 horas antes, la misma que te perseguía durante esas 3 horas  en tus pensamientos y que no habías visto en lo que a ti te parecen milenios, está enfrente de ti. 
La saludas, un saludo distante, no la conocías lo suficientemente bien como para pararte y hablar sobre ese tiempo que habéis estado sin veros, de no ser así no habría caído en el oscuro cajón del olvido. Ella te devuelve el saludo, seguís andando cada uno hacia vuestro destino y es en ese momento cuando tu alma entra en pánico, ¿Cómo es posible? ¿Por qué ahora?
Quizás sabías que la encontrarías, quizás sólo se trate de una casualidad, quizás el destino está realmente escrito y sabemos lo que vamos a vivir desde que nacemos, quizás no, quizás tus pensamientos hayan atraído a la otra persona a encontrarse contigo. Es en este tipo de situaciones cuando nos agarramos de nuevo a lo único que nos queda sólido: el oscuro cajón del olvido; olvidamos esa persona, esa situación, esa casualidad. Dejamos que el tiempo actúe con la firmeza que lo hace, vivimos.

jueves, 24 de noviembre de 2011

El tesoro en busca del pirata

Existió un tesoro que vivía en un mundo donde las monedas se peleaban por encontrar una mano pobre a la que ayudar, los billetes huían de las mansiones grandes para vivir en chabolas y los diamantes se encontraban mejor en el bolsillo de un pantalón descosido que a manos de un terrible banquero.
Cuenta la leyenda, que el tesoro era tan valiente que no tenía miedo a nada, ni siquiera a los horripilantes y avariciosos dedos de un político. 
Aburrido de la vida rutinaria decidió emprender un viaje en busca del pirata perdido, sólo había oído hablar de ellos, eran el rumor más escuchado en boca de los tesoros, los piratas eran pobres y podían pasar mucho tiempo en un barco viviendo sin nada hasta que algún tesoro les conseguía encontrar.
Los rumores situaban al pirata perdido en el mar Piratio, el más peligroso y salvaje de los 84 mares. 
Decidido y sin dudarlo, el tesoro valiente marchó con un barco hacia el peligroso mar. Pasaron los días y no ocurrió ningún problema, llegó al mar Piratio en tan sólo un mes y ningún altercado fue partícipe en el viaje, pero al llegar al bravo mar de leyendas varias, el tesoro comenzó a tener problemas Para atravesarlo tuvo que sortear peligros incesantes: venció a un ejército de ricos, mató a millones de banqueros y, ¡derroto a la mítica uña del senado!, su valentía le permitió seguir a salvo en su viaje.
Al llegar a la cueva donde supuestamente se encontraría el pirata, el tesoro sólo pudo encontrar un cubo con 7 huecos. Él nunca había visto un pirata y no sabía como podría ser, así que  pensó que tal vez estaba dentro del cubo. Pero cuando su brillante mano hizo contacto con el misterioso cubo éste le absorbió creando un octavo hueco.
El tesoro se encontró de repente en un mundo completamente diferente: Las monedas corrían hacia las personas ricas, los billetes se escapaban de las casas pobres para vivir en mansiones y los diamantes sonreían bebiendo whisky y fumando puros en manos de los políticos.
El tesoro, desolado por lo que vio ante sus ojos se aisló en una cueva alejada de las ciudades y pueblos, alejada del contacto humano, desde entonces los piratas buscan ese tesoro en busca de ayuda para solucionar el desastre en el que se halla el mundo en el que viven.



martes, 1 de noviembre de 2011

Casio el reloj


Casio, el reloj, era un joven clásico que nunca iba ni retrasado ni adelantado, siempre a tiempo. con sus manecillas de color verde incandescente que facilitaban su vista a la noche y sus números escritos en color blanco sobre fondo negro, era uno de los relojes más atractivos del mundo de los relojes.

Casio contaba el tiempo durante todo el día todos los días del año, se le escuchaba contar en voz baja los segundos y minutos que llevaba trascurridos cada día. Por la mañana se levantaba siempre a la misma hora, desayunaba en el mismo intervalo de tiempo para así poder seguir una rutina que él mismo había fijado y seguía con estricta rigidez. Acudía al trabajo puntual como nadie, y si había un evento extra lo planeaba con sabiduría para que el tiempo no se le echase encima.

Siguió así durante muchos años hasta que un día, a Casio se le acabaron las pilas, y tubo que ir corriendo al hospital para que se las cambiasen. No le pasó nada grave, sin embargo sus manillas estuvieron paradas durante varios minutos. Casio no podía contar el tiempo, porque sabía que no era correcta la hora que indicaba.

Salió del hospital corriendo buscando alguien con quien sincronizar la hora exacta, pero cada reloj apuntaba unos minutos de diferencia. Estaba tan confuso que no pudo planear nada, solo corrió en busca de algo que le guiase. Sin darse cuenta se adentró en un bosque y no pudo salir de allí. 

- Si mi amiga brújula estuviese aquí... - Pensó.

Pero no estaba, y su mente no hacía más que dar vueltas, pensaba en segundos y minutos equivocados,  su planificada y elaborada vida se había ido al traste. Y para colmo estaba perdido en un bosque.

Siguió corriendo hasta que su correa se quedó enganchada en algo, cuando volvió la vista, un reloj viejo y desaliñado le estaba sujetando. llevaba una capucha que impedía ver su marca y la hora que apuntaban sus manillas.

El misterioso reloj pregunto:

- ¿Qué te ocurre joven Casio?

- Ando perdido en el tiempo... mis pilas se agotaron y no se qué hora es, por favor ayúdeme... por cierto.. ¿Quién es usted?

- Soy un viejo Lotus, - Respondió sin elevar mucho la voz- tus manillas del reloj indican un tiempo que no existe.

- ¿ A qué se refiere? - preguntó con aire interesado Casio.

- En ocasiones los minutos parecen horas, las horas parecen minutos y eso es lo bonito del tiempo. Puedes andar perdido en él y será entonces cuando descubras su verdadero secreto.

Aquellas palabras dejaron a Casio sin aliento. Nunca pudo imaginar que el tiempo fuese algo tan relativo, tan moldeable, pero aquello que el viejo decía era verdad, en ocasiones, cuando Casio esperaba a alguien los minutos parecían eternos, y, sin embargo si estaba pasando un buen rato las horas parecían ir tan rápido como las milésimas de segundo que se encontraban en la parte derecha de la pantalla de su amigo cronómetro.

Seguidamente el anciano desveló su rostro y sus manecillas se encontraban paradas, miró a Casio a la marcas directamente y le dijo:

- Llevo así años, Siglos quizás y puedo asegurar y aseguro que he tenido una vida Feliz e interesante, el tiempo se encuentra en el corazón, en el alma.

                                                               ..........


Casio despertó en el hospital, todo había sido un sueño mientras le cambiaban las pilas, pero aunque sólo fue un sueño, Casio cambió su estilo de vida, se volvió un reloj más sociable, más feliz, vivía en el momento, cumplía con todos sus deberes y obligaciones como siempre pero si un día se terciaba el asunto, sólo debía tomar la opción que le hiciese más feliz, sin pensar en el tiempo, sin planes, libre.

Sol y Luna

Hace muchos trillones de años, existió una chica llamada Luna, ella tenía la cara enfermiza y paliducha, vestía de negro y siempre se ocultaba ante el público, tenía miedo a las multitudes y se mordía las uñas hasta hacerse verdaderos cráteres en sus dedos.
Luna se enamoró de un chico que jugaba al baseball, fornido, sociable y lleno de energía. Pero ella jamás se acercaba a él porque era demasiado tímida y él estaba rodeado de las mujeres más guapas, las estrellas de Oclahoma. Eran las animadoras del equipo en el que él jugaba y todas tenían un tipazo que Luna (y cualquier otra chica) envidiaba.
Cuando llegó el fin de curso, y con el fin de curso el baile de fin de curso, y con el baile de fin de curso la búsqueda incesante de parejas para el baile de fin de curso,  Luna no fue capaz de encontrar una pareja que la acompañase en esa noche tan especial, sin embargo, Sol (el chico fornido) apareció en su casa con un ramo de flores y le pidió ser su pareja. Fue tal la sorpresa que se llevó Luna que se desmayó y su cabeza chocó contra el suelo.
Cuando despertó, se encontraba en el hospital con Sol, que le dijo que quería ser su novio, que siempre había estado enamorado de ella, que las estrellas de Oclahoma le parecían patéticas, que siempre se fijaba en ella en la clase de matemáticas y que le gustaba su forma de ocultarse y aparecer.
Tras este suceso, ambos estudiaron en la universidad juntos, al acabar los estudios vivieron los dos en una casita en el centro de la ciudad, se casaron y tuvieron una niña, Tierra.
Pero tras varios años más de convivencia, algo salió mal, Luna se volvió aún más siniestra, hasta el punto de no salir de casa, no aguantaba relaciones ni con sus propios padres. A su vez, Sol se volvió adicto al deporte, sólo se dedicaba a esculpir cada músculo de su cuerpo como si  de un escultor del renacimiento se tratase. La niña crecía y el ambiente no era el adecuado para ella así que Sol y Luna tomaron la decisión de divorciarse.
Todo fue mucho mejor, Sol seguía haciendo deporte sin necesidad de cuidar de Luna y sus rarezas, y Luna se fue a vivir a una casa apartada de la sociedad, al otro extremo del mundo. Tierra creció bien, veía a sus padres por turnos, un mes con Sol y otro mes con Luna y sólo muy de vez en cuando se juntaban los tres para conversar sobre su vida, momentos que Tierra llamó eclipses.