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lunes, 7 de mayo de 2012

Amor a primera vista


Ella extendía su brazo hacia él. En su mano: una pistola. Su dedo: en el gatillo.
- ¡Di que me quieres!
- ¡No te conozco de nada!
-¡Trabajo en tu misma fabrica!
Él intentó recordar la imagen de la chica que le estaba amenazando desplazada al ambiente de trabajo. Pero la fábrica en la que ambos trabajaban era muy grande y el número de empleados… incontable.
- Lo siento… somos muchos trabajando allí, no me he fijado en ti…
- ¡Ése es el maldito problema Alex, ése es el puto problema!, no dejo de mirarte, de fijarme en ti. He averiguado todo cuanto he podido sobre ti, ¡Lo sé todo!.. sin embargo… Alex, tú… tú no me miras, tú no te fijas en mí, ¡TÚ NO ME QUIERES! – una lágrima recorrió la mejilla de la chica, y seguidamente un suspiro provocó un mar de lágrimas que corrían desde sus ojos hasta su barbilla, donde se desprendían con melancolía cayendo en el abismo – Necesito que me lo digas, necesito tu aprobación, o me harás disparar.
Silencio.
¡O ME HARÁS DISPARAR COÑO!
La ultima “o” se alargó en varias ráfagas de sonoridad debido al eco que se producía en el almacén oscuro en el que se encontraban, una única luz encendida se alzaba junto a la puerta, como queriendo dar la oportunidad de salir de aquel infierno ya que grabado en el plástico rectangular transparente que rodeaba la bombilla se podía distinguir perfectamente escrita la palabra EXIT.
Ella acercó amenazante la pistola a la cabeza del chico, su mano temblaba, y en su cara se podía leer una expresión hibrida de ira y pena. Su labio superior también temblaba desplazándose en cada temblor un poco hacia la izquierda.
Repentinamente el cañón de la pistola cambió de sentido, ella se apuntó a sí misma y disparó.
El chico, mientras contemplaba el cadáver de aquella loca pensaba que jamás podría olvidar aquellas escenas tan impactantes, que sufriría pesadillas todas las noches con el incidente, que jamás volvería a ser la persona que fue hasta ese momento.
Sin embargo, esa misma noche tras ser rescatado, el chico se acostó en su cama de medio lado con las rodillas ligeramente flexionadas, apoyó la cabeza en la almohada, presionó la parte inferior del interruptor colocado junto a su cabeza y se durmió.  
La mañana siguiente transcurrió como todas. El chico se hizo un zumo de naranja para desayunar, se marchó al trabajo y lo realizó correctamente, como de costumbre. En la empresa parecía que nadie echaba en falta una empleada. 
El chico no había olvidado el suceso, de hecho sabía que lo ocurrido en aquel almacén había sido real, apareció en el noticiario nacional. Sin embargo no sentía ninguna emoción negativa al respecto.
Sorprendido por sí mismo acudió al lugar del suicidio, rodeado por bandas de la policía pero desierto en aquel momento. Al acercarse al lugar exacto donde el cadáver de aquella loca yacía apoyado angelicalmente sobre una sábana extendida de sangre ya seca comenzó a llorar.
No lloraba por miedo, no lloraba por rabia, no lloraba por haber visto esas imágenes ni por la experiencia vivida. Lloraba porque acababa de darse cuenta que se había enamorado de aquella chica. Mientras ella le había estado apuntando con el arma él experimentaba sensaciones extrañas en su cuerpo, no era miedo sino amor. Y podían haberse amado mutuamente si él se lo hubiera dicho a tiempo.
El cuerpo del chico apareció colgado por el cuello de una cuerda atada a una viga, justo encima de donde ella murió.

La llave del corazón

Había una vez un niño que siempre estaba cuidando de su corazón que tenía protegido bajo llave. No dejaba la llave a nadie. Sólo la dejó una vez a sus padres, y porque fue una urgencia que no voy a contar. Con el tiempo, el chico conoció a una chica que era guapísima y muy simpática. El primer día, nada más conocerse, él le contó su historia del corazón. Le dijo:
-¿Sabes?, yo tengo un corazón cerrado con una llave que la guardo muy bien y nunca la dejo a nadie.
La niña le preguntó:
-¿Y qué pasa cuando se abre? ¿Explota?.
El niño se rió imaginándose la escena, luego se puso serio y le explicó a la chica:
-Nunca lo he abierto. Una vez dejé a mis padres la llave pero no hizo falta abrirlo.
La niña le pidió la llave y el chico, sin saber bien por qué, se la dio. Sí, esa misma llave que tantos años había estado guardando. La niña introdujo la llave en el corazón del chico, giró 360º hacia la derecha y se abrió... No sucedió nada, por tanto, la chica preguntó: 
-¿Qué ha pasado?
El niño respondió temblando:
-Me acabo de enamorar.