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Un nuevo día duro en el trabajo, Ávitax? -
Preguntó Ademala, pese a conocer la respuesta.
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Se trata de un asesino en serie, éste es su
tercer asesinato en dos semanas.
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He oído sobre el caso, se está corriendo la voz
y temo que pueda llegar a oídos de neuronas civiles, y que cunda el pánico. ¿Dónde
ha sido esta vez?
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En el lóbulo temporal.
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¿Algún sospechoso?
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No, esto no pasaba desde la adolescencia, con el
ya preso Cannabis.
Ademala comprendió que sobraba en el despacho, había ayudado
a Ávitax en numerosos casos: Virus, infecciones, etc. Pero hace tres años la
ascendieron y le asignaron la zona del hígado a ella sola. Era excepcional en
su trabajo.
Sin perder más tiempo, Ademala cruzó la puerta del despacho,
la cerró con lentitud y atravesó el pasillo hasta su despacho personal.
Ávitax, ensimismado en sus pensamientos, se encendió un cigarro
y apartó la vista de las fotografías del incidente. Estaba en blanco. No sabía
por dónde comenzar. A lo largo de su carrera profesional se había enfrentado a
innumerables obstáculos, era el mejor detective de todo el cuerpo, pero ya
cansado y afectado por el tiempo y el estrés, parecía ser tan sólo la sombra de
lo que antaño fue.
Apretó la colilla contra el cenicero mientras aguantaba el
humo de la última calada en sus pulmones, se inclinó hacia detrás y lo dejó
salir lentamente. Se levantó, guardó las fotos en una carpeta que cargó en su
brazo derecho y se marchó.
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¿Cómo va el caso del asesinato en serie? -
Preguntó Ademala dos días más tarde.
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Ha caído otra neurona, esta vez en el lóbulo
frontal.
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Veo que no muy bien. Déjame ver las fotos
Ávitax.
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Éste no es tu caso Ademala, ¡seguro que estás
hasta el cuello de trabajo!
Ademala levantó la cabeza, y aseguró con voz firme y
convincente:
– Ambos trabajamos para el bienestar de este cuerpo. Que
estén muriendo neuronas nos afecta a los dos.
Ávitax le pasó las fotos a Ademala con un gesto de
cansancio, Ademala las recogió y examinó.
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¿Te has dado cuenta de esto, Ávitax?
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¿Hablas de los ovillos?
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Sabía que no se te podía haber escapado, se
pueden ver ovillos en todos los asesinatos.
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Ya sabes que la mayoría de asesinos en serie
tienen su firma personal, esto es porque se enorgullecen de asesinar, la sangre
les alimenta, por eso marcan de alguna forma sus actos en lugar de esconder
todas las pruebas, nos desafían, además suelen ser muy selectos a la hora de
elegir sus víctimas. En este caso la ha tomado con las neuronas, las “células
burguesas”. Desde luego estamos jodidos si se corre la voz en el sistema
nervioso…
Ademala, intrigada y, en cierto
modo, excitada por el caso le propuso a Ávitax un rápido viaje al cerebro, para
investigar las zonas del crimen.
Ávitax estaba respondiendo sus
dudas acerca de la proposición cuando inesperadamente sonó el teléfono rojo del
despacho. Ávitax y Ademala se miraron
temiendo un nuevo asesinato. Al otro lado del auricular el Jefe de policía les
confirmó sus sospechas.
A la mañana siguiente, Ávitax y
Ademala estaban en el lóbulo temporal, donde ya se sumaban dos asesinatos,
observaron el perímetro y encontraron lo que esperaban, la marca personal del
autor: los ovillos.
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Si se trata sólo de un asesino debe tener
disposición genética, en un mismo día dos asesinatos en dos zonas diferentes
del cerebro…
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Puede que se trate de más de un asesino. –
Respondió Ademala.
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Sé que no puedo afirmar nada con las pruebas con
las que contamos, pero creo que estamos ante una enfermedad degenerativa.
Debemos investigar los historiales genéticos del cuerpo.
Mientras viajaban de regreso a
casa, fueron informados de dos asesinatos más, uno de ellos en el tercer
ventrículo, se trataba de una neurona actriz, conocida a nivel cerebral. Esto dificultaba
las cosas…
Esa misma noche, células de la
prensa fueron a casa de Ávitax, como detective a cargo del caso. Le preguntaron
si el asesino era más inteligente que él, si el cuerpo corría peligro, si Etanol
tenía algo que ver con los asesinatos esta vez, e incluso si había sido infiel
a su mujer con Ademala.
Tras no dar respuesta alguna a
tantas preguntas, Ávitax dimitió, no soportaba la presión del caso y mucho
menos de la prensa. El caso fue derivado a Ademala aunque no estaba en su zona,
ya que había estado involucrada y tenía una fuerte relación de amistad con
Ávitax. Pero el papeleo les costó una semana y 37 nuevas víctimas.
Ademala pasó meses investigando,
las victimas aumentaron a cientos, todas neuronas. Los meses se convirtieron en
años, y las víctimas aumentaron a miles. Eran tantos los problemas causados por
el asesino que comenzaron a deteriorarse funciones de la memoria del cuerpo, e
incluso la motricidad fina empeoró. Ademala, aislada de cualquier otro caso
sufría constantes ataques de ansiedad, depresión y sufrió 2 ataques al corazón.
El segundo mortal.
Sin Ademala llevando el caso, nadie
se ofreció a seguirlo y quedó apartado. El cuerpo se acostumbró a vivir con el
asesino, que siguió cobrándose vidas de neuronas inocentes sin cesar.
Hasta que un día, Ávitax, que
había estado aislado tanto del cuerpo de detectives como de su familia. Consiguió
llevar a cabo un plan que había diseñado durante años: Como renunció a su
obligación al dimitir, no podía pedir permiso para acceder al código genético,
el edificio mejor vigilado de todo el cuerpo. Incluso negaron a Ademala el
acceso encontrándose el cerebro en alerta roja. Así que Ávitax cavó durante
años un túnel para acceder a la información genética, donde descubrió que los
antepasados del cuerpo habían sufrido la violencia del mismo asesino.
Ávitax apuntó en un papel toda la
información, incluido el nombre del asesino, pero un glóbulo blanco le
sorprendió por la espalda, le había descubierto y no vaciló en apretar el
gatillo de su walther P99 AS calibre 40 atravesando el cerebro de Ávitax.
El glóbulo blanco examinó el
código genético, al ver que seguía intacto avisó a las personas responsables de
limpiar el cadáver y la sala, se selló el túnel y tiraron el papel de Ávitax a
la basura, donde fue reciclado para formar parte envases de comida rápida.
Seis meses después, el cuerpo
colapsó, el corazón dejó de latir, los pulmones dejaron de funcionar, el
cerebro, ya masacrado, se apagó. En la nota reciclada Ávitax había escrito:
Alzheimer.