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lunes, 4 de marzo de 2013

Estereotipos

Pablo nació como la mayoría de niños de una sociedad denominada desarrollada: en un hospital. Como mamá ya sabía que sería chico, le compró un fantástico pijama azul, le pintó la habitación también de azul y le regaló un balón de peluche, su primer juguete.

Pablo creció y paso de ser bebé a niño, y descubrió que le gustaba pintar y dibujar. Mamá estaba encantada por el talento de su hijo y un día le dijo:
- ¡Dibuja un árbol y una montaña!
Pablo pintó mientras mamá limpiaba y papá trabajaba. Al acabar el dibujo después de mucho tiempo repasando todos los detalles con los diferentes colores que había utilizado se lo enseño a papá, quien cansado tras un duro día de trabajo respondió con voz grave:
- ¡Hijo mio, que bonito!, pero los árboles son marrones de tronco, y sus hojas son verdes, ¡y el cielo es azul, no violeta!.
Pablo aprendió dos cosas ese día, su talento no era el dibujo y para que algo sea bonito debe ser fiel a la realidad.

Siguió creciendo y mamá le compraba juguetes con el dinero que a papá tanto tiempo le costaba conseguir. Pablo no entendió nunca por qué su madre puso pegas por lo grande que era una cocina de juguete que le gustaba, pero sin embargo le compró una tabla de herramientas aún más grande. Total, él estaba conforme con sus juguetes. Tenía la habitación llena de coches de todos los tamaños, colores y formas. Le encantaba fantasear con que eran naves y volaban para conseguir más velocidad. Hasta que un día su padre llegó con ojeras marcadas y le dijo con voz grave:
- ¡Hijo mio, qué coche más chulo!, pero los coches no van por el aire, van por la tierra y las carreteras, ¡No pueden volar!.
Pablo aprendió que cada objeto tiene su uso y de ninguna manera puede tener otra función.

El tiempo pasaba y Pablo alcanzó la pubertad, edad en la que todos sus amigos y su familia le decían en ocasiones incluso con recochineo: "¿Y la novia, dónde te la has dejado?", "¿Qué chica te gusta Pablito?", "¿Tienes novia ya?"....
Hasta ahora Pablo no había pensado en la posibilidad de tener una novia, pero la insistencia de su familia y amigos le obligó a replantearse su vida y encontrar una buena chica. Y la encontró. No era perfecta ni mucho menos, ni siquiera se asemejaba al modelo de chica que a él le gustaban, pero era muy buena, una muy buena chica para toda la vida.

Llegó el momento de trabajar, Pablo, siguiendo el ejemplo de papá, encontraría un trabajo bueno para siempre. Y lo encontró. No era el trabajo de su vida, tampoco le disgustaba pero no era lo que él soñaba de pequeño, al fin y al cabo lo importante era conseguir un dinero para llegar a fin de mes y poder costearse algún capricho.

Pablo se hizo mayor, se casó y tuvo hijos casi sin darse cuenta, y, pese a que veía a sus hijos poco porque se pasaba mucho tiempo en el trabajo, cuando llegaba cansado de trabajar sus hijos le enseñaban sus dibujos y él les decía:
- ¡Hijos míos, qué bonitos dibujos!,  pero el sol es de color amarillo, no verde. Y las vacas no tienen esos cuernos, ¡Eso son los toros!.

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