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martes, 8 de febrero de 2011

Castor carnívoro

En las frías montañas de Alaska, donde las plantas están siempre en flor (porque están congeladas) y los salmones suben los ríos para poner sus huevos, nació un castor. Sus padres le cuidaron muy bien, habían construido una cabaña de madera y allí dentro se estaba calentito.

Un día, mientras el castor nadaba para divertirse, se le cruzó un pequeño salmón, el castor iba con la boca abierta y se lo comió sin querer.

En comparación con el burdo sabor a tronco, el salmón era un verdadero manjar. a escondidas de sus padres el castor comía salmones, se aprovechaba de la temporada en la que los salmones saltaban para cazar alguno que otro. Hasta que sus padres le pillaron...

- Durante siglos esta familia ha comido troncos, troncos y troncos, y tú la has deshonrado!! - gritó el padre lleno de furia. -a partir de ahora vivirás en el río de al lado. No queremos a nadie como tú en nuestra familia!!

El castor no tuvo más remedio que irse de aquél río, y marcharse al contiguo. cuando llegó allí se encontró con un salmón, pero fue el único salmón que le habló. Le preguntó por qué estaba tan triste.

El castor confesó todo, y se hizo amigo del salmón. Juntos vivieron grandes aventuras, y un día el salmón le propuso un pacto, él le ayudaría a construir un dique tan alto que ningún salmón pudiera saltar, así todos los salmones se quedarían allí y el castor podría comérselos a todos, a cambio de que le dejase paso sólo a él y a su chica.

El castor aceptó, sin duda se alegraba de haberse separado de su familia.

Meses después, el castor pudo comer el mayor manjar de salmones que nadie pudiese imaginar.

Continuará...

(Parte 2)

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